Basada en el tema de Retiro 116
¡Honor y Gloria a Tí, Dios Uno y Trino!
Bendito seas, Padre eterno, con tu poder creador que sostiene el universo,
como el alma que da vida al cuerpo, y por hacernos partícipes de tu divina familia.
Bendito seas, Hijo amado, Verbo eterno, que te revelaste a los hombres, no como agua o fuego —vana filosofía— sino como Salvador manso, luz que disipa las tinieblas de la idolatría. Bendito seas, Espíritu Santo, aliento de vida que, como los cristianos en el mundo,
unes lo invisible y lo visible, haciendo de nosotros templos de tu gracia viva.
¡Gracias, Señor, por el don de tu Revelación!
Porque cuando el error de los filósofos y la impía rigidez de los ritos cegaban al mundo, enviaste a tu Hijo, el Único Justo que cubrió nuestros pecados, Eximio Sacerdote y Profeta. Gracias por los primeros apologetas, valientes como el autor de esta Carta,
que desenmascararon la insensatez de los ídolos, y proclamaron la ciudadanía celestial, Tesoro de tu Iglesia Universal.
¡Perdónanos, Dios misericordioso! por aquellas veces en que:
Caemos en el conocimiento que engríe, como Adán ante el árbol prohibido,
prefiriendo la soberbia a la caridad que edifica, en lugar de beber del Árbol de la Vida.
Por cuando imitamos a los judíos en sus normas vacías, ahogando tu libertad en legalismos, O cuando consentimos como paganos; poder, indiferencia y placer: moderna idolatría: —¡Con el fuego de tu Espíritu, limpia Señor, el alma impía!—
¡Te suplicamos, oh Dios de misericordia! Que tu Espíritu Santo guíe esta Obra Apostólica, como el alma guía al cuerpo, para que no caigamos en blasfemia ni en superstición,
sino que vivamos como extranjeros fieles, cohesionando el mundo con tu amor.
Que Jesús, nuestro Rey, nos haga imitadores suyos,
sirviendo al pobre como nos sirve el Buen Pastor.
Que María, Madre de la Iglesia, nos enseñe a guardar tu Palabra como ella lo hizo: no en tablas de piedra, sino en el corazón que late de amor.
Por los Cuatro Fines de este retiro:
-Que tu Palabra en la Carta a Diogneto arraigue en nosotros como verdad viva
-Que el Magisterio de la Iglesia nos forme en sólida doctrina, lejos de especulaciones vanas -Que la justicia de tu Doctrina Social nos impulse a transformar estructuras
-Y hasta el último esfuerzo de este Equipo, sea para tu Gloria, cual ofrenda pura.
¡María, Madre nuestra, para estos hijos tuyos pedimos tu intercesión!
Queremos ser apologetas intrépidos, como los mártires que crecieron en la persecución, Apóstoles del nuevo milenio, que sin miedo al mundo, lo transformen desde dentro;
Y sin despreciar la cultura, la rediman;
que sin imponer, atraigan;
Y sin juzgar, iluminen, Con su testimonio de vida.
**Amén.**
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